Diego hizo una jugada tan espectacular como la del Mundial 1986 en un Boca-Racing del Torneo de Verano 1982. Enrique Veloso, el “culpable” de impedir que sea una obra perfecta, hoy admite: “merecía ser gol, creo que hasta yo lo hubiera ido a abrazar”.
Nota publicada el 30/1/2022
Los goles de Maradona son tan encantadores que los amantes del fútbol no pueden dejar de contemplarlos. Sus gambetas, caños, asistencias y hasta la magia exhibida en los precalentamientos también son motivo de fascinación. Las reproducciones en Youtube se cuentan de a millones.
Hay otras de sus grandes acciones que lamentablemente no quedaron grabadas. Sobre todo, en sus inicios en Argentinos Juniors. Época en la que muchos creen que se vio “el mejor Maradona”.
En un Boca-Racing del Torneo de Verano de 1982, en Mar del Plata, Diego realizó una jugada extraordinaria. Arrancó atrás de mitad de cancha, desparramó a varios rivales y eludió al arquero, como hizo cuatro años después ante Inglaterra en el Mundial 1986. Pero por “culpa” de Enrique Veloso (menos mal que nació en Añatuya, Santiago del Estero, y no en Londres), aquella maniobra no concluyó en uno de los goles más bellos de su carrera.
Por mucho tiempo, esa genialidad fue un tesoro perdido en los archivos. Hasta que Daniel Salem, coleccionista de videos de Maradona (creador de la cuenta @IneditoMaradona), la puso en los ojos del mundo.
La jugada en cuestión ocurrió en los últimos días de su primer ciclo en Boca. El “xeneize” venía de una extensa y después famosa gira que se inició en Los Angeles, prosiguió por el continente asiático y terminó en Guatemala, entre el 6 y 27 de enero. Fueron ocho partidos en veintiún días, con largos viajes de por medio. Un absurdo forzado por la necesidad de hacerle frente a la dura crisis económica que atravesaba el país (producto de la disparada del dólar y la inflación) y golpeaba de lleno en el club de la Ribera.
El 30 de enero, sin tiempo de descanso, Boca tuvo su presentación en la Copa de Oro ante Racing. Maradona, lógicamente, era la atracción principal en el estadio Mundialista de esta ciudad.
Diego dejó pinceladas de su fútbol cada vez que tocó la pelota, según detalló la crónica de LA CAPITAL.
Pero la acción estelar ocurrió a los 29 minutos de juego. Fueron nueve segundos radiantes. A pura velocidad y habilidad. El “10” recibió la pelota cuatro metros detrás de la mitad de cancha, sobre la derecha del círculo central. Arrancó con un control orientado con el pie zurdo, para ponerse de frente al arco rival. Luego hizo dos toques para avanzar a media marcha y con el cuarto golpeo aceleró y dejó en el camino a José Berta. Justo a tiempo le dio otra caricia a la pelota y evitó la barrida de Osvaldo Pérez. Con alguna milésima de segundo más para pensar, salió hacia su derecha y esquivó la patada de Angel Leroyer. Luego abrió apenas un poco el ángulo de su dirección y eludió al arquero Alberto Vivalda. Puso el freno muy cerca del vértice izquierdo del área chica. Allí, se interpuso el rosarino José Van Tuyne. Pero Diego definió de “cachetada”, también de zurda, por el único hueco disponible.
El estadio estaba a punto de estallar. Diego tenía el grito en la boca. Pero llegó la aparición “salvadora” de “Cebolla” Veloso, marcador de punta rival, quien rechazó casi sobre la línea del arco.
“Yo voy siguiendo la línea de los defensores para no habilitar a los delanteros. Cuando veo que él gambetea a Vivalda, voy directo a cerrar. Diego podía hacer lo impensado, por eso siempre había que estar atento y seguir la jugada. Encima en esa época volaba. Recuerdo que terminó la acción, se lamentó y después me dijo ‘bien cordobés, bien’. Siempre me llamaba cordobés y yo soy santiagueño“, rememoró Veloso, quien tuvo sus primeros pasos como profesional en Racing de Córdoba e Instituto. De allí la confusión del crack boquense.
Después de ver varias veces la gran obra de Diego y su gran respuesta, el defensor que también tuvo un breve paso por San Lorenzo de Almagro, admitió: “La verdad, merecía ser gol”.
En el preciso momento que Maradona hizo la “apilada”, parte de la iluminación del estadio se cortó. Según consignó LA CAPITAL, un plateísta tuvo una salida ocurrente (como las del “10”) y comentó: “Y, claro, si Diego hacía ese gol, apagaban la luz, cerraban el estadio y todos a casa, llenos de fútbol“.
Apenas seis minutos después de esa jugada, Diego logró conectarse con la red de penal. Con su ejecución, sacó de la foto a Vivalda, arquero que tomó la determinación de suicidarse a los 37 años, allá por 1994.
La excelente cobertura de LA CAPITAL (realizada por los periodistas Julio Verderosa, Luis Secuelo, Segundo Cheppi, Jorge Tauler, Julio Macías, Rodolfo Puleo y Oscar Ortiz y los fotógrafos Néstor Alfonso, Oscar Alfonso, Omar Luque y Jorge Lamarque) registró varios detalles de color de aquella noche en el actual José María Minella.
Por ejemplo, la demora del inicio del segundo tiempo por un curioso motivo: Diego tardó más de lo previsto en salir al campo de juego para firmarle autógrafos a los policías.
Cuando terminó el partido, que salió 4 a 1 en favor del campeón del Metropolitano 1981, Maradona intercambió camiseta con Van Tuyne, a quien conocía del seleccionado argentino. Y después tuvo el generoso gesto de ir a saludar a los futbolistas rivales al vestuario. “Los genios son difíciles de marcar”, le dijo a la prensa José Pastoriza, DT de Racing, tras la brillante actuación del “10” azul y oro.
Esa noche jugó para el “xeneize” el marplatense Sergio Sánchez. Pero el joven que dio la nota fue Juan Andrés Sarulyte, quien debutó en Racing (reemplazó a Víctor Hugo Alarcón en el entretiempo) y en la primera pelota que tocó anotó el único tanto de su equipo. Para Boca, además de Maradona, marcaron Horacio Matuszyczk, Ricardo Gareca y Carlos Córdoba.
En la tribuna estuvo Ricardo Enrique Bochini, el ídolo de Diego. “El Bocha” dijo en una entrevista realizada en el entretiempo: “No puedo decir que soy amigo de Maradona, pero aprecio sus condiciones de jugador”. Otros testigos de lujo de aquella función fueron César Luis Menotti, Juan José Pizzuti y Gerardo Sofovich.
En el Palco de Honor captó las miradas el representante Guillermo Cóppola, vestido con un pantalón de color rosa que hoy pasaría desapercibido, pero cuarenta años atrás llamaba mucho la atención.
El que no pudo ingresar a ese lugar privilegiado del estadio fue Carlos Monzón, el ex campeón del mundo de boxeo.
Sin la entrada correspondiente, no lo dejaron pasar. Así, debió dirigirse a una de las plateas laterales, entre todo el público, que, al reconocerlo, no paraba para requerirle un autógrafo (entonces no existían las selfies).
Diego jugó nuevamente por la Copa de Oro el miércoles 3 de febrero contra Independiente y el sábado 6 frente a River. Ese torneo significó la despedida por primera vez de Boca y del fútbol argentino, al que regresó más de una década después y ya consagrado a nivel mundial.
En su carrera hizo cientos de jugadas maravillosas. Y varios goles memorables. Que serán recordados y vistos infinitas veces.
Aquella obra ante Racing debe estar en el grupo más selecto, por más que la pelota no haya terminado en la red. Si el propio Veloso, cuarenta años después, piensa que semejante creación artística mereció otro final. “En ese momento era mi trabajo e incluso hoy me llena de orgullo. Pero como espectador y amante del fútbol miro el video y me pregunto por qué seguí la jugada. Después de lo que hizo, creo que hasta yo hubiera ido a abrazarlo y felicitarlo por el gol”.